Este no es otro artículo sobre COVID o sus consecuencias, últimamente hay muchos abordando el tema y no hace falta leer para ver la realidad de lo que ha pasado en México y el mundo; este artículo es una invitación. Sucede que me gusta pensar que todos y cada uno de nosotros tratamos de vivir la vida al máximo; queremos lograr más en nuestros trabajos, tener más dinero, ser feliz en familia, salir de esta pandemia, etc.
Todo esto es genial, digo, cualquiera puede soñar lo que quiera y trabajar por ello, pero lo que me sorprende es ese tipo de humanos que, a parte de estos sueños, tienen algo diferente: consciencia y amor por los animales, esos valientes que luchan por el rescate de éstos, que se preocupan de forma genuina por la preservación de las especies, que ponen centros de conservación con el objetivo de difundir y enseñar que el mundo no sólo es nuestro, si no que es compartido por muchas otras especies en el planeta.
Desde mi experiencia al trabajar en lugares como Acuario MICHIN, o cualquier otra institución al cuidado de animales, algo extraño sucede: se abren tus ojos y te das cuenta de la gran diversidad de especies que viven en la misma región que tú, en el mismo estado y país. Sus características, sus hábitos, las peculiaridades de cada animal, como Juancho, mi tiburón punta negra favorito. Notas cómo repercuten tus acciones en la vida de otros seres, por más pequeños que parezcan y sobre todo, caes en la cuenta que una acción puede cambiar sustancialmente esa cadena interminable de causa y efecto.
Con un solo cambio en tu rutina como levantar la basura, evitar los plásticos en tus compras o bañarte en 5 minutos, sin importar lo mucho que disfrutemos el agua caliente, sumarán cientos de ahorros, cientos de cambios al año y tal vez, si nos comprometemos a ello, un cambio duradero.
Vivir con estos animales rescatados y protegidos te despeja la mente y te hace ver la segunda oportunidad que tienen las especies. Todos les negamos la primera y lo correcto sería contribuir en la segunda.
Aún no puedo prometer ser vegetariana o vegana, aún no tengo el valor para meterme a los mares y arriesgar mi propia vida para salvar a las ballenas de los cazadores, ni tengo tampoco los estudios para reproducir el ajolote mexicano y evitar su extinción; pero lo que sí tengo, lo que he ganado, es la certeza de que este mundo no es sólo mío, sino nuestro.
Saber que con pequeñas acciones podemos generar una cadena increíble de sucesos en pro y en cuidado del medio ambiente, apoyar desde mis posibilidades los lugares de conservación, generar acciones para el cuidado del planeta, ser conscientes del macroecosistema al que pertenecemos y respetarlo… es esa la invitación de hoy.
Autor: Daniela Durán
Área de Comunicación, Acuario Michin Puebla